Por Ricardo L. Aiello *
Hablemos de la producción audiovisual de América Latina. Cine, series, televisión, producción Web, etc. etc. Debemos lamentablemente decir que estamos en problemas: la cuestión a resolver no está sólo en la producción (en un aspecto cuantitativo del hacer, por decirlo de algún modo) sino más bien en las ventanas de exhibición, en las pantallas disponibles para mostrar nuestras realizaciones. Pero empecemos por lo que reza el título de esta presentación.
Como todos sabemos estamos en plena expansión de las plataformas de streaming, llamadas genéricamente OTT (de la sigla Over The Top, que alude a los sistemas o medios que están por encima de los medios tradicionales). En esta irrupción de propuestas audiovisuales del llamado video on demand (hoy hablamos de Netflix, Amazon, Disney +; Paramount +, Star +, etc.etc) podemos advertir con facilidad que el predominio o hegemonía de los grandes centros de producción (EE.UU, Europa y Asia en menor medida), lejos de disminuir se ha afianzado. O sea, el problema es peor. Tenemos más pantallas que, más o menos, muestran lo mismo. El proceso de apertura de nuevas pantallas o de nuevos dispositivos de exhibición reproduce el campo cultural de siempre. La supremacía de Hollywood ha encontrado nuevas tierras para fortalecerse, a la luz de la transmisión de video por la Web.
Nos planteamos entonces desde aquí algunas cuestiones básicas, entre ellas, ¿podemos tener una plataforma OTT (le damos ahora el nombre genérico, no el de la marca) para relatarnos en nuestra condición de latinoamericanos?
Y para responder al interrogante, para empezar a buscar soluciones, debemos saber contra quién debemos enfrentarnos. Allí están las grandes corporaciones de contenido. Allí están los dueños de los medios de producción (esos que supo denunciar el filósofo Walter Benjamín en sus escritos de la década del’ 30), que no son necesariamente los que quieren contarnos o relatarnos. Volvemos a la controversia nunca resuelta de la relación entre el arte y el capital (los medios). Peleas de una batalla cultural que se presenta como eterna.
Vayamos a avanzar hacia alguna posible (utópica) solución. Pero antes, desde lo tecnológico y desde nuestros derechos al acceso a la comunicación, debemos enfrentarnos a otro (o el mismo) problema: lo que se llama la (no) neutralidad de la red. No es igual el tratamiento que se hace de los contenidos fuese una gran corporación o un medio más modesto. Los bits –señoras y señores- no se tratan de igual modo. Estamos en plena lucha por tener finalmente algo a lo que tenemos pleno derecho: insistimos, la neutralidad de la red. Para ser claros: el flujo de bits, la velocidad de los contenidos, lejos de ser igual para todos los proveedores, presentan una discriminación que va en detrimento de los sistemas más pequeños (o no hegemónicos). Pensemos en esta metáfora: internet como un mega dispositivo a través del cual nos llegan distintos contenidos, pongamos, a través de varias canillas, como si cada medio o corporación nos brindasen por allí agua; debido a la ausencia de una neutralidad de la red (podemos comprobarlo aquí mismo en Argentina) no todas las canillas van a tener igual presión (algunas fluyen rápido, otras no tanto… otras nada). Y esto tiene que ver con el poder económico de las grandes empresas (Spotify, Youtube, Netflix, Amazon, etc.) y sus vínculos (ocultos o visibles, espurios o legales) con los proveedores del servicio o conectividad. Esta situación muchas veces ya ni es negada por los gigantes del streaming.
Si podemos resolver (¡Vaya utopía!) este inconveniente técnico, si logramos imponer (como ciudadanos del mundo) nuestro derecho a la neutralidad de la red, ya estaremos en condición de pensar en cómo llenar nuestras ventanas de exhibición, nuestro streaming. Muchos dirán entonces que no tenemos suficientes sistemas a nivel de la región, y no les faltará razón.
América Latina y su producción cultural, sus pantallas, intentan levantarse del yugo de los grandes del streaming (esos que en verdad consumimos, como la Coca Cola). Son muy pocas (o nulas) las plataformas que exhiben material audiovisual de nuestra región América Latina.
Es así que, entonces, la pretendida soberanía digital (la Web es un cable suboceánico que nos llega del Norte) se ve menoscabada también por este tema. Se sabe que por la lógica de la red es un tanto imposible territorializar, ubicar geográficamente a los dispositivos que transmiten contenido. Pero acá hablamos simplemente de exhibir y contar nuestro cine y nuestra televisión.
Las plataformas más locales, las originarias de los países (en nuestro caso Cine.Ar Play) se ven afectadas por una política cultural-comercial que las marginan. Pensemos en cómo los controles remotos de nuestros televisores (fabricados en Argentina o en Brasil) ya vienen con un botón que directamente dice Netflix o Amazon. Y podemos comprobar cómo opera la (no) neutralidad de la red: Cine.Ar no tiene play.
[PODÉS MIRAR] “¿Qué es la neutralidad de la red?”
* El autor es docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad FASTA, Guionista Cinematográfico y de TV de la Argentina.