El debate por las consecuencias que tendrá la Inteligencia Artificial (IA) está a la orden del día. Precisemos que la Inteligencia Artificial es la combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades que el ser humano, es decir que las máquinas ‘piensen’.
Existe además mucha futurología que aún no es tan clara: mientras según el científico Ray Kurzweil, 2025 es el año en el que las computadoras igualarán el poder del cerebro humano, el reconocido Stephen Hawking señala que las máquinas superarán completamente a los humanos en menos de 100 años. Es en este punto donde Inteligencia Artificial ya no será «artificial», sino real.
Lo que trae aparejado la IA es el tema del empleo: máquinas que sustituyen al humano en muchos trabajos, algo que ya se está desarrollando en diversas áreas con la creciente robotización.
La brecha es abismal: mientras que en países altamente desarrollados la IA podría alivianar ciertos empleos que llevan al ser humano al aburrimiento y la frustración, cabe la reflexión sobre la escasez de trabajo en ciertas sociedades desiguales: la cuestión será sobre los efectos positivos y negativos de la IA y la robotización laboral, que aplica perfectamente a sociedades inclusivas y punteras, pero cuyo efecto no es el mismo en otras, muy desiguales y con altas tasas de desempleo en todas las áreas.
Por lo pronto, muchos empleos sufrirán una importante automatización y es responsabilidad de los Estados hacer frente a este crecimiento que hoy es imparable. Y lamentablemente, en la mayoría de los países latinoamericanos, las políticas públicas tienen una visión a corto plazo y son pocos los que están proyectando soluciones a este fenómeno que, aunque parezca increíble por su magnitud, hoy no está en la agenda de prioridades.
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