Edith Stein (1891-1942) fue una alemana judía, notable filósofa y discípula de Husserl, aunque poco reconocida en el ámbito académico de la época por su condición de mujer y de hebrea, pues su carrera se desarrolló durante el surgimiento y la consolidación del nacionalsocialismo en Alemania. Se convirtió al catolicismo en 1921, luego de un intenso período de estudio y lecturas, animada por la búsqueda de la Verdad. En 1933, ingresó al Carmelo, donde continuó con sus estudios filosóficos alentada por sus superioras; además, ahondó en el conocimiento de la espiritualidad mística guiada por los escritos de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. En 1938, fue enviada al Carmelo de Echt en los Países Bajos, para protegerla de la violencia nazi. Sin embargo, en 1940, las tropas de Hitler ocuparon territorio holandés y, en 1942, Edith fue llevada al campo de concentración de Auschwitz, donde murió en una cámara de gas el 9 de agosto de ese año. Fue canonizada por San Juan Pablo II en 1998, como “mártir de amor” y, al año siguiente, fue nombrada Patrona de Europa.
Santa Edith Stein es un ejemplo de vida intelectual, dedicada a la búsqueda de la Verdad. Ahondó en el pensamiento de diversos autores, como Kant, Scheler, Heidegger, el mismo Husserl e incluso puso en un fecundo diálogo el pensamiento de este último y el de Santo Tomás de Aquino, decantándose finalmente por la doctrina tomista. Abordó temáticas cruciales como la filosofía de la naturaleza, la estructura de la persona humana, la relación con el otro desde el concepto de “empatía”, la cuestión del Estado, el rol de la mujer en la sociedad y la igualdad de derechos de ambos sexos, el sentido del sufrimiento atravesado por la imagen de la Cruz, entre otros. En 1917, se doctoró en Filosofía (Universidad de Breslau), con una tesis titulada “Sobre el problema de la empatía”. Obtuvo la distinción “summa cum laude”, algo sumamente raro para una mujer de la época e impensable en el campo de la filosofía.
Además, Edith Stein es ejemplo también de vida espiritual vivida en profundidad, de la mano de sus Maestros del Carmelo: Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. El estudio de su teología mística la llevó incluso a comprender el valor del sufrimiento y de la Cruz para unirse a Dios. De hecho, así experimentó su propio martirio. En 1939, había pedido a su superiora “ofrecerse en sacrificio al Sagrado Corazón de Jesús por la verdadera paz”, y ese mismo año, en su testamento, imploraba al Señor que le quitara la vida por la paz del mundo y la salvación de los judíos. En consonancia con estas intenciones finales, desarrollaba una teología de la Cruz, derivada del pensamiento del místico carmelita. En su libro póstumo, define “la Ciencia de la Cruz”, como “una verdad bien conocida, la teología de la Cruz, pero una verdad real y operante: como semilla que depositada en el centro del alma crece imprimiendo en ella un sello característico y determinando de tal manera sus actos y omisiones, que por ellos se manifiesta y hace cognoscible”.
Finalmente, no faltó en su vida compromiso activo con los demás. Durante la I Guerra Mundial, detuvo sus actividades académicas para aprender principios básicos de enfermería y ejerció como tal en un hospital militar austríaco. Además, participó de acciones concretas y enérgicas en pos de las causas que consideraba justas, llegando incluso a escribir una carta al Papa Pío XI, en 1933, para pedirle, “como hija del pueblo judío, que, por la gracia de Dios, desde hace once años es también hija de la Iglesia Católica”, que la Iglesia se pronunciara en contra de los crímenes que los nazis estaban llevando a cabo en Alemania, anticipando “que, a la larga, ese silencio de ninguna manera podrá obtener la paz con el actual régimen alemán. La lucha contra el catolicismo se llevará por un tiempo en silencio, y por ahora con formas menos brutales que contra el judaísmo, pero no será menos sistemática”.
Por considerarla un modelo de vida intelectual, de apertura al diálogo con otras corrientes de pensamiento e interreligioso (en su misma condición de judía y de católica), por su posición firme y comprometida en los debates y acontecimientos históricos de su época, por su espiritualidad profunda, la hemos elegido como Patrona de la Facultad de Humanidades, con el fin de proponerla como ejemplo, promover el estudio de su obra y difundir su pensamiento.