De acuerdo con la descripción de los filósofos contemporáneos más importantes (Bauman, Berman, Lipovetsky, Hobsbaw, etc), la cosmovisión posmoderna está caracterizada por el individualismo, el hedonismo, un sistema capitalista que promueve la cultura del consumo y del descarte, la falta de valores duraderos y sólidos, la fugacidad, la incertidumbre y la “impermanencia”. Se suman a esto las grandes contradicciones que aquejan al hombre de hoy y para las cuales los sistemas del pensamiento moderno han perdido actualidad y vigencia (dejando al hombre sumergido en las “profundidades nihilistas”). Por otro lado, las fuerzas que surgen desde los márgenes con discursos mesiánicos en torno a la necesidad de “cambiar el mundo”, terminan siendo una amenaza de destrucción de los valores, de las comunidades, de la vida de los hombres. Para afrontar este paradójico y caótico sistema de pensamiento que signa la posmodernidad, es necesario investigar y reflexionar, servirnos de los descubrimientos, de los grandes avances de la humanidad, de las diversas corrientes de pensamiento desarrolladas a lo largo del a historia para rescatar la parte de verdad que poseen y, con ello, enriquecer nuestras fundamentaciones, teniendo en cuenta que, a lo largo de la historia, el humanismo cristiano se presenta como la propuesta más consistente, con el mayor período de vigencia y proponiendo la visión más integral del hombre, que puede iluminar y renovar nuestra relación con el mundo, con uno mismo y con el prójimo. Sin embargo, en el mundo de hoy, esta perspectiva está desprestigiada en el ámbito científico, aun cuando muchos de los conceptos y presupuestos nacidos en su seno se exploran en la filosofía contemporánea laica para encontrar razones, que iluminen “esta vida de paradojas y contrariedades” (como la llama Berman). Por este motivo, es necesario, por un lado, adentrarnos en las ideologías para poner de manifiesto los reduccionismos a los que someten al hombre (y la consiguiente esclavitud espiritual, moral, psicológica y física), así como las falsas verdades que pretenden imponer, reconociendo, a la vez, la parte de verdad con la que han contribuido al conocimiento. Por otro lado, es imprescindible analizar la compleja realidad humana y generar respuestas que satisfagan los profundos cuestionamientos existenciales de la posmodernidad, desde una antropología cristiana integral.