La lectura, a pesar de exigir una atención sostenida, puede en forma paralela, convertirse en un espacio de recreación y esparcimiento.
Desmitificando el espacio de lectura, como que simplemente es pasatista, sin generar en el lector ningún producto final; se debe revelar que con ella no sólo se aprende, sino que también se desarrolla la capacidad de razonar, se mejora la redacción, se amplía vocabulario, se perfecciona la ortografía, se desarrolla la creatividad, se imagina… entre tantos otros beneficios.
Es una lectura que depende de cada uno, que cuando se sostiene en el tiempo, genera un hábito y se transforma en una necesidad. La lectura por placer no se enseña, se contagia.
Con la lectura, cualquiera sea su fin, pasa algo parecido a lo que ocurre con el amor, con los amigos entrañables, con algunos objetos, lugares o recuerdos que nos acompañan a lo largo de la vida. Esos, que seguramente van cambiando con cada uno, que se van transformando y adquiriendo nuevos significados, pero que permanecen.
Se lee recreativamente cuando se desea pasar un rato, disfrutar y apetecer la curiosidad sobre un tema. Aunque toda lectura debe producir goce, placer, recreación; cuando se trata de la lectura recreativa en forma particular, se refiere a aquellas que tienen como propósito específico resaltar el enorme placer de leer; y responder a esa pregunta que deja de ser retórica: ¿por qué lees?, porque me gusta.
La lectura no es un entretenimiento cualquiera. Es algo que produce delicia, que deja en el corazón un sedimento de dulzura, que abre caminos en momentos de desesperanza. Se necesita sentir asombro ante lo que expresan las palabras para entender el verdadero significado de la lectura.William Ospina escribió: “Es difícil que llegue a ser un buen lector alguien que no sienta el asombro de las palabras”.
La lectura recreativa es aquella que permite disfrutar o gozar de lo que se lee. Vincula al lector con un lugar propio, le permite construir un mundo personal en donde puede deleitarse con la temática elegida.
La lectura por placer no siempre está ligada a los textos literarios; hay quien navega, y más en la actualidad, por los diferentes recovecos del mundo informatizado y lee, sin vincularse con ningún texto en particular, pero sí recabando reseñas aisladas o datos que construyen un tema significativo para el lector. Esto también es leer por gusto.
El leer nos comunica con el mundo. ¿Cuántas veces, en tardes pobladas de nubes grises, avizoramos horizontes nuevos en las páginas de un libro de papel o virtual?¿Y cuántas también, conmovida el alma por noticias desastrosas, buscamos refugio en la lectura para olvidar los sinsabores de la vida?
El elegir leer en esos breves espacios de espera en un consultorio, durante el traslado de un lugar a otro, mientras hacemos una larga fila para ser atendidos; la lectura nos agiliza el tiempo, no deja que el reloj detenga sus agujas y nos permite capitalizarlo en lo que nos genera alegría y satisfacción.
Leer por placer no tiene edad, ni momento específico. El lector encuentra siempre sus propios espacios para que este acto, voluntario y habitual, se concrete con aquello que es de su interés. En este marco es posible recordar al pensador Sir Francis Bacón; quien expresa: “La lectura, cualquiera sea su fin, hace al hombre completo; la conversación ágil y el escribir preciso”.
Silvia Calvo
Lic. en Ciencias de la Educación